Provenía de la alta nobleza pero padecía una enfermedad ósea y en lugar de ser militar eligió la carrera eclesiástica.
Estudió así teología en la Sorbona de París y fue ordenado presbítero mientras frecuentaba a una famosa bailarina.
Toda su vida fue camaleónica. En 1780, el rey Luis XVI le había nombrado “Defensor de los Bienes de la Iglesia” pero cuando estalla la Revolución Francesa se hace diputado del clero y los confisca para congraciarse con el pueblo. En los nuevos Estados Generales ejerce un papel destacado, es por ejemplo el autor del artículo VI de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano: La ley es la expresión de la voluntad general. […] Ella debe ser la misma para todos, sean quienes la protegen, sean quienes ella castiga[….].
Pese a todo, no confía en los jacobinos (Robespierre) y consigue alejarse de Francia hasta que pasa el Terror (pasa un tiempo en Inglaterra y Estados Unidos).
Cuando regresa a París, en 1797, es nombrado ministro de asuntos exteriores y conspira con Napoleón Bonaparte para el futuro golpe de estado que éste dará.
Con Napoleón continua en su cargo de ministro y firma los más importantes tratados del periodo mientras se casa en 1801 con Catherine Grand, una bellísima francesa nativa de la India que, tras una vida de escándalos, había acabado de prostituta de lujo en París.
En 1806 es nombrado príncipe de Benevento, un principado italiano arrebatado al Papa, pero comienza a desconfiar del juicio de Napoleón, que planea la invasión de Rusia. Traicionando a Bonaparte, informa al zar Alejandro I de las intenciones de Napoleón y, a la caída de éste, él se mantendrá en su cargo.
En el Congreso de Viena, celebrado tras la derrota de Napoleón por las potencias enemigas para castigar a Francia, él consigue estar presente y cizañando a Inglaterra y Rusia contra Austria (países vencedores) obtener poco castigo para Francia y pingües beneficios para su bolsillo.
Vicioso y mujeriego pero habilísimo político e intrigante, consigue mantenerse en importantes cargos con los sucesivos gobernantes de Francia (Luis XVIII y Luis Felipe de Orleans) hasta 1834.
Con 80 años se retira a su castillo de Valençay y aún tiene tiempo de arrepentirse y volver cuatro años más tarde al seno de la iglesia que le rinde honores de sacerdote en su funeral.
¡Verdaderamente un personaje!
Por Isabel del Río (http://www.isabeldelrio.es) autora de la novela Ariza y de Las Chicas del Oleo.